El hombre está obsesionado con la muerte, el género de Metal, “Funeral Doom” trata sobre la recreación del concepto de tumba, cripta, muerte, mismo caso es aplicable para muchos géneros musicales, “Dungeon Synth” y también sintéticamente en relación a conceptos en la cultura, pirámides, mausoleos y otros espacios de solemnidad y muerte, no es, pues influyente el concepto de estética que nos evoca, pero es el terror lo que nos produce desde una cosmovisión explícitamente occidental, por la valorización y revalorización de la vida, pese, que, en la modernidad se introduce a través de la influencia oriental.
En el espacio críptico, se suelen condensar la noción de la divinidad, la muerte, el silencio, la finitud, y el concepto que nos atañe, en concreto por la cripta o catacumba, la idea de descenso psíquico. El hecho de que las criptas se ubiquen “abajo” y que, en la teología cristiana tradicional, el infierno también se ubique “abajo”, no es meramente arquitectónico o geográfico, la idea de abajo, no es meramente cristiana, nuestro símil más cercano de la antigüedad, era el viejo Egipto, abajo, donde iban los malvados e injustos, enterrados. La luz está arriba, el arriba es dios, nos concebimos como naturalmente predispuestos hacia abajo, arriba está el cielo estrellado, abajo están nuestras piernas, el suelo, la tierra, tradicionalmente, en el Geocentrismo se aseveraba que la tierra estaba abajo de los otros planetas, por ello, cercano al infierno.
Los círculos del infierno de Dante van hacia abajo. La cripta guarda, conserva, vela. Es un espacio intermedio, casi litúrgico, a medio camino entre la muerte y la resurrección, entre el olvido y la memoria. Es, en cierto modo, un útero invertido: lo subterráneo como matriz del retorno.
"El Yo: un guardián de cementerio. La cripta está encerrada en sí, pero como un lugar extranjero, prohibido, excluido. El Yo no es el propietario de lo que guarda. Él hace la vuelta [tour] del propietario, pero sólo las rondas. Da vueltas alrededor y, principalmente, utiliza sus conocimientos de los lugares para desviar-distraer a los visitantes: 'El [el yo como guardián de cementerio] se mantiene plantado ahí para vigilar las idas y venidas de la familia cercana que pretende –por diversas razones– tener acceso a la tumba. Si consiente en introducir a los curiosos, a los molestos, a los detectives, será para prepararles pistas falsas y tumbas ficticias'."
"Hombre de los lobos", Abraham y Torok
La cripta es una estructura en la que el secreto se mantiene enterrado, pero activo, influenciando sin ser directamente accesible. Este secreto no es simplemente reprimido, sino que está incorporado, formando parte del sujeto de manera indeleble, así lo definiría un autor como Derrida. La virginidad es comprendida como la preservación del estatus corporal, una integridad corporal sellada, un espacio cerrado, inviolado, donde reside lo sagrado. Esta representación espacial de la virginidad convierte al cuerpo virgen en una estructura críptica, donde algo está oculto y resguardado, no por negligencia, sino como forma de custodia. La Virgen María es descrita en la tradición cristiana como un “vaso sellado”, una arca santa (como el Arca de la Alianza), y a veces como una cripta que contiene lo inefable: el Verbo encarnado.
En la iconografía medieval, María es representada como porta claustra (puerta cerrada), imagen de Ezequiel 44:2:
“Esta puerta estará cerrada, no se abrirá, y nadie entrará por ella; porque el Señor Dios de Israel entró por ella”.
Así, como, soezmente solemos comunicar la idea de que nadie entró por la vagina de una mujer, intocada, sin penetrar, es por tanto, una puerta cerrada. la “cripta” como una estructura intrapsíquica creada cuando un duelo no puede completarse, cuando hay un secreto inconfesable. El sujeto introyecta un objeto perdido, no lo elabora ni lo simboliza, sino que lo encierra en una “cripta” interna, como si construyera un sepulcro dentro de sí. hay niveles de conciencia que no emergen como vivencias actuales, pero que organizan la experiencia. El cuerpo contiene una historia que no puede relatarse, pero que se expresa en la forma de estar en el mundo, el cuerpo fenomenológico es una cripta, guarda la historia del sujeto, sus hábitos, su sensibilidad, sin necesidad de que ello pase por la conciencia.
El silencio es la omisión y la presencia del misterio, el silencio es Agnóstico, porque es neutro, amoral, aideológico y no responda a nada concreto por sí mismo, sin la subjetivación y contextualización semiótica de ello. “El callar auténtico pertenece al hablar en el sentido pleno del término. En cuanto tal, el callar no es mudez, sino una posibilidad de habla. El hombre que verdaderamente habla, es el que puede callar, el silencio es la guarda del ser presente en la profundidad de la cripta. La cripta psíquica se construye cuando hay algo que no puede ser dicho, ni siquiera a uno mismo. Entonces, el Yo organiza un espacio de silencio estructurado, que protege y oculta el contenido traumático o inconfesable. lo divino no se dice: se experimenta en el silencio interior, que no es pasividad, sino una especie de “escucha absoluta”. ( Meister Eckhart, San Juan de la Cruz, Hadewijch, Teresa de Ávila). El silencio es entonces el lenguaje del cuerpo vivido, no del cuerpo objetivado, no es ausencia de sentido, sino otro régimen de sentido, más arcaico, más hondo, más auténtico. Es una cripta expresiva, donde el mundo habla sin voz.
Alguna es relevante preguntarse la solemnidad del silencio en un contexto audiovisual, significa y transmite, para un materialista acérrimo, el silencio es ausencia de ondas y la cripta es un rito tribal o cultural heredado, mientras que el cuerpo es materia inerte biológica, materia y en descomposición, no significa nada para el metafísico materialista, pero, de ello no se emana la nula falta de solemnidad que implica la muerte y el entierro, uno se debe de poner de los pelos de punta, cuando uno entra en las catacumbas de París, una mezcla entre terror, respeto y solemnidad, el eco, silencio… hablemos del eco.
Un eco es una voz que vuelve, pero transformada. Viene desde otra parte —la piedra, el vacío, el subsuelo—. En una catacumba, ese retorno tiene características únicas. No es el mismo eco que podría generar un acantilado, al menos, no simbólicamente y tampoco en un sentido Ético, pues, el respeto a la muertos, no se extrae de los acantilados. Lentitud, reverberación, profundidad.
Un “doble intencional”: no es el sonido original, pero lo remite. Una presencia-ausente: no es quien habla, pero remite a un origen que ya no está allí. En la catacumba, el eco no es adorno: es el modo en que el sentido se mantiene vivo en la muerte. Es el eco del alma entre los muros del tiempo. Magno es también el eco, pues es un regreso magnificado de la voz, por tanto es superior el yo, cuasi divino, por tanto, indecible, resuena sin causa, por sí solo, no responde, es el murmullo del trauma, es como un pensamiento intrusivo del inconsciente. Una memoria sin contenido explícito, que solo se deja oír como repetición deformada, latido hueco, retorno sin origen. el eco es lo que ocurre cuando el objeto del deseo no se da directamente, sino como diferido, reflejado, desplazado. Como en la mitología de Eco y Narciso, el eco no dice, repite.
Hay una especie de fantasía oscura, el alma tiene profundidades, habitáculos interiores, recámaras que no se abren fácilmente. La fantasía oscura nace cuando esta interioridad se torna inquietante: no porque haya monstruos, sino porque allí habita lo no elaborado, lo que fue silenciado, pero no olvidado, el proceso puede darse como auto-sabotaje o como rol interno, luchar contra los muertos que se alzan, con su espada y tu escudo o perderte y sumarte a la lista de muertos que componen la inmensa mazmorra.
Lo no resuelto de la historia.
El trauma.
La sacralidad olvidada.
El deseo de tocar el misterio sin destruirlo.
El Gótico, tanto como estética contingente, como fenómeno histórico, son partes de la idea, indexadas la idea de cripta. En el escenario de una cripta, donde solo hay piedra, polvo y silencio, El gótico se ve reflejado en la idea. En el Vaticano, las criptas no están arriba, sino abajo, debajo del altar, debajo de la cúpula, debajo del poder visible. Allí se encuentran:
Los restos de Pedro, el primer papa.
Las tumbas de muchos pontífices, mártires, doctores de la Iglesia.
El cristianismo heredó de Roma y de las religiones mistéricas la noción de que lo fundacional debe estar bajo tierra. La muerte sostiene el templo. La gloria visible se edifica sobre un cadáver divinizado. Como en las ciudades antiguas, donde se enterraba a los héroes debajo de las murallas para que su muerte protegiera el lugar, en el Vaticano la Iglesia entera se edifica sobre el sepulcro de un muerto que habla. Diferentes son los santos enjoyados, cadáveres grandiosos. A estos cuerpos se les llama a veces santos incorruptos, pero más aún: son cadáveres teatralizados, convertidos en íconos barrocos de la victoria sobre la muerte. Se trata de una cripta invertida: el cuerpo ya no está escondido, sino expuesto gloriosamente y sin embargo, el misterio sigue sellado: lo que se ve es el signo, no el sentido.
La carne muerta se vuelve objeto de contemplación.
Lo que debería ser polvo, se convierte en joya litúrgica.
Es la cripta transfigurada en vitrina de eternidad.
Un horror sagrado (el cadáver), un fascinación estética (la joya, el oro), un silencio reverente (la muerte vencida). Este numen no es el miedo vulgar, sino un temor reverencial ante lo sagrado absoluto, que se manifiesta como algo tremendo (tremendum) y fascinante (fascinans). Continencia de la muerte real, tangible, pero asociado a lo sagrado, en la cripta, se experimenta una mezcla de repulsión física (por la muerte, la putrefacción) y de atracción espiritual (por la santidad, la memoria eterna).
"Maldición de ser poeta y de vivir.
Maldición de la carne y del espíritu. Maldición del amor y del conocimiento.
Maldición del pensamiento que hiere y del corazón que sangra.
Maldición del hombre y de la mujer.
¡Ah! No he conocido ni la luz ni la calma; sólo he sabido perderme y perderme para siempre.He experimentado todas las formas de la agonía, y en cada una he tocado la desesperación absoluta.
¿Qué es la vida sino un oscuro pozo, una cripta que nos traga con sus ecos y su silencio?
Todo mi ser se ha hundido en esas profundidades donde el tiempo no existe, donde la memoria es un espectro, donde el alma yace dormida y sellada como un santo enjoyado en su urna.
Allí, en la oscuridad, he escuchado la voz rota de mi propia conciencia, un eco que se repite y me devuelve la imagen de un yo fragmentado, un otro que me habita y me niega.
He danzado con cadenas de oro suspendidas entre estrellas que ya no brillan, porque la gloria se ha convertido en ruina y el deseo en sombra.
Y sin embargo, en ese abismo, he descubierto una llama invisible, una luz sellada que no se consume, que habla sin palabra y que me llama hacia un misterio que es muerte y vida a la vez."
— Arthur Rimbaud, Une Saison en Enfer
Una catacumba o una mazmorra, son criptas magnificadas, las catacumbas multinivel, es decir, estructuras subterráneas que se desarrollan en varios pisos o niveles, no son solo construcciones físicas. Son metáforas ontológicas, Cada nivel representa un grado distinto de profundidad en el ser, en la conciencia o en el alma, el descenso a niveles cada vez más bajos simboliza una inmersión progresiva en el misterio, la muerte, o el inconsciente colectivo. El espacio vertical se convierte en tiempo: bajar un nivel es retroceder en la historia, en la memoria, en el silencio. La verticalidad es un descenso ritual que recuerda mitologías antiguas, Orfeo en el inframundo, descenso a los infiernos, la kundalini descendiendo. Los niveles subterráneos son los estratos del inconsciente o del alma, una especie de niveles del purgatorio, La cripta-catacumba se convierte en un lugar de tránsito, donde la muerte es a la vez prisión y umbral hacia la trascendencia.
El movimiento vertical induce una experiencia liminal entre vida y muerte, luz y sombra. Es un viaje de autoexploración y confrontación con la propia mortalidad. La estructura física se vuelve un mapa espiritual, este espacio es un umbral ritual, una morada del misterio, un espejo subterráneo del alma humana. Hablar y pensar en la muerte sin tabúes, para normalizarla y no vivir en negación.
Encender una vela en silencio, dedicar un espacio a recordar a los ancestros, crear un pequeño altar personal con objetos significativos, intentar abrirnos a su enseñanza, reconocer el “horror sagrado” en nuestras experiencias difíciles. En el día a día, aprender a respetar esos momentos, no forzar la iluminación constante, ni huir del silencio ni de la tristeza. En una sociedad saturada de ruido y estímulos, el silencio es un acto de rebelión y cuidado interior.